“Padres helicóptero”: ¿figuras controladoras que afectan el vínculo con los hijos?
Claudia Messing, psicóloga, socióloga y especialista en Terapia Familiar, consideró en Radio Universidad que la sobreprotección de los adultos hacia los chicos facilita una relación tóxica entre ellos.


Claudia Messing*
Son muchos los cambios psíquicos que atraviesan tanto a los hijos como a los padres. Los padres nacieron en una época a la que yo llamo de “simetría”, porque ha cambiado mucho la mentalidad y la forma de vivir el mundo. Los padres de ahora están hiperpreocupados porque hay mucha incertidumbre y necesidad de control, y esas dos situaciones juntas, a veces, provocan efectos muy negativos.
El límite de estos padres o madres “helicóptero” es el contacto o la conexión emocional que puedan tener con sus hijos que, incluso, puede ser diferente dentro de la misma familia. Un chico puede necesitar mucho más acompañamiento o supervisión en las tareas escolares porque es muy desconectado y, quizás, otro necesita mayor intimidad. Hay que saber respetar sus tiempos.
Lo primero es reconocerse uno como adulto, con su propia omnipotencia e inseguridades, con esta fantasía que yo llamo “personalidad asimétrica”: los padres creen que existe la perfección, que es posible evitar todos los males a nuestros hijos y cumplir con todo lo que la sociedad espera de nosotros, algo que, en la medida que uno va creciendo, se da cuenta de que es imposible.
La humildad en el reconocimiento de nuestras limitaciones ayuda mucho, y esa debería ser una de las principales tareas de la personalidad actual, no solamente con los hijos, sino con nosotros mismos. Este concepto de madres o padres “helicóptero”, una persona que está en todo, lleva, trae, supervisa y no tiene vida propia, va a repercutir eventualmente en que la demanda hacia sus hijos se tornará tóxica.
También hay que destacar que las generaciones más jóvenes no tienen internalizados a los padres como figuras protectoras, por lo cual los miedos son más intensos y las tensiones, más fuertes. Esto es un problema cultural y social; quizás los hijos puedan tener mejor vínculo con sus padres, pero muy difícilmente los tengan del todo internalizados, porque antes la figura paterna era la que te calmaba el miedo y generaba una serenidad interior.
Deberíamos tratar de mejorar la conexión emocional con nuestros hijos, sobre todo en el aspecto de la comunicación, para que ellos tengan la confianza de contarnos lo que les pasa y hablarlo. La principal herramienta para darles seguridad interior en el mundo es que cuenten con nosotros: esto no se trata de invadirlos y preguntarles a cada rato qué les pasa, sino de hacer observaciones de lo que ocurre y, luego, comentarles lo que percibimos. Así, uno se acerca sin ser tan invasivo, pero los chicos saben que estamos ahí.
Especialmente en la etapa de la adolescencia, uno debe mostrar que no puede con todo, y hay que conectar con esas limitaciones. Incluso, no está mal pedirles ayuda a los hijos, sobre todo desde el lugar de la conexión emocional. Ellos tienen que percibir que estamos preocupados, que necesitamos que nos tengan más al tanto de las cosas y que nos avisen más aquello que harán para que sea un acuerdo en la comunicación, en donde no se pierda esa conexión.
*Psicóloga, socióloga y especialista en Terapia Familiar.